martes, 11 de marzo de 2014
martes, 4 de marzo de 2014
Rebelión de las masas
REBELION DE LAS MASAS
Comunicación de masas.
Hombre Hombre
Masa
· Animal
Racional. Reactivo
· Trascendente. Solo piensa en sí mismo.
· Ser
social por naturaleza. No le
interesa nada.
· Inteligencia/
Voluntad. No
tiene pensamiento propio.
· Ser
corpeo-espiritual. Se mueve
por factores externos.
El
hombre masa necesita que le impongan las cosas. Se basa en su propio
pensamiento y ya. Compra entidades, se cree autosuficiente y es reactivo porque
no apela a nada.
Como
surgen la sociedad de masa: a finales del 1970, es una época de “plenitud”.
Para la inteligencia del formidable hecho conviene
que se evite dar desde luego a las palabras rebelión, masas, poderío social,
etc., un significado exclusiva o primariamente político. La vida pública no es
sólo política, sino, a la par y aun antes, intelectual, moral, económica,
religiosa; comprende los usos todos colectivos e incluye el modo de vestir y el
modo de gozar
Aglomeración (lleno): Las ciudades están
llenas de gente. Las casas, llenas de inquilinos.
Masa social: es siempre una unidad de dos factores:
minorías y masas
Minorías: Individuos o grupos de individuos
especialmente cualificados
La masa:Es cuando el hombre no se diferencia de otros hombres, formando asi un prototipo genérico. Es un hecho qualitativo, no cuantitativo. Es el conjunto de personas no
específicamente cualificadas (el hombre medio); como hecho psicológico, sin
necesidad de esperar a que aparezcan los individuos en aglomeración; es todo
aquel que no se valora a si mismo-en bien o mal- por razones especiales, sino
el que se siente como todo el mundo y, sin embargo, no se angustia, se siente a
saber el sentirse idéntico a los demás
Hombre en cuanto no se diferencia de otros hombres,
sino que repite en si un tipo genérico.
Formación normal de una muchedumbre implica la
coincidencia de deseos, de ideas, de modo de ser, en los individuos que la
integran. Se dirá que es lo que acontece con todo grupo social, por selecto que
pretenda ser. En efecto; pero hay una esencial diferencia.
Se caracterizan por no ser muchedumbre y masa, la
coincidencia efectiva de sus miembros consiste en algún deseo, idea o ideal,
que por si solo excluye el gran numero.
Este ingrediente de juntarse los menos,
precisamente para separarse de los más, va siempre involucrado en la formación
de toda minoría
Imagínese un hombre humilde que al intentar
valorarse por razones especiales -al preguntarse si tiene talento para esto o
lo otro, si sobresale en algún orden-, advierte que no posee ninguna cualidad
excelente. Este hombre se sentirá mediocre y vulgar, mal dotado; pero no se
sentirá masa.
Minorías selectivas: cree superior a los demás,
sino el que se exige más que los demás, aunque no logre cumplir en sus personas
esas exigencias.
La masa presumía que, al fin y al cabo, con todos
sus defectos y lacras, las minorías de los políticos entendían un poco más de
los problemas públicos que ella. Ahora, en cambio, cree la masa que tiene
derecho a imponer y dar vigor de ley a sus tópicos de café. Yo dudo que haya
habido otras épocas de la historia en que la muchedumbre llegase a gobernar tan
directamente como en nuestro tiempo.
Sentenciar sobre él cuando no coincide con las
vulgaridades que este lector tiene en la cabeza. Si los individuos que integran
la masa se creyesen especialmente dotados, tendríamos no más que un caso de
error personal, pero no una subversión sociológica
La masa arrolla todo lo diferente, egregio,
individual, calificado y selecto. Quien no sea como todo el mundo, quien no
piense como todo el mundo, corre el riesgo de ser eliminado.
La aristocracia social no se parece nada a ese
grupo reducidísimo que pretende asumir para sí, íntegro, el nombre de sociedad,
que se llama a sí mismo la sociedad y que vive simplemente de invitarse o de no
invitarse
1. Las masas ejercitan
hoy un repertorio vital que coincide en gran parte con el que antes parecía
reservado exclusivamente a las minorías
2. Al propio tiempo, las
masas se han hecho indóciles frente a las minorías: no las obedecen, no las
siguen, no las respetan, sino que, por el contrario, las den de lado y las
suplantan.
Las masas sienten apetitos y necesidades que antes
se calificaban de refinamientos, porque eran patrimonio de pocos; conocen y
emplean hoy, con relativa suficiencia, muchas de las técnicas que antes
manejaban solo individuos especializados
Hoy aquel ideal se ha convertido en una realidad,
no ya en las legislaciones, que son esquemas externos de la vida pública, sino
en el corazón de todo individuo, cualesquiera que sean sus ideas, inclusive
cuando sus ideas son reaccionarias
Se quiere que el hombre medio sea señor. Entonces
no extrañe que actúe por sí y ante sí, que reclame todos los placeres, que
imponga, decidido, su voluntad, que se niegue a toda servidumbre, que no siga
dócil a nadie, que cuide su persona y sus ocios, que perfile su indumentaria:
son algunos de los atributos perennes que acompañan a la conciencia de señorío.
Hoy los hallamos residiendo en el hombre medio, en la masa.
No hay nadie civilmente privilegiado. El hombre
medio aprende que todos los hombres son legalmente iguales
Se crea un nuevo escenario para la existencia del
hombre, nuevo en lo físico y en lo social. Tres principios han hecho posible
ese nuevo mundo: la democracia liberal, la experimentación científica y el
industrialismo
Colocó al hombre medio -a la gran masa social- en
condiciones de vida radicalmente opuestas a las que siempre le habían rodeado.
Volvió del revés la existencia pública. La revolución no es la sublevación
contra el orden preexistente, sino la implantación de un nuevo orden que
tergiversa el tradicional
El mundo que desde el nacimiento rodea al hombre
nuevo no le mueve a limitarse en ningún sentido, no le presenta veto ni
contención alguna, sino que, al contrario, hostiga sus apetitos, que, en
principio, pueden crecer indefinidamente
Amplitudes que de hecho posee, sino que además
sugiere a sus habitantes una seguridad radical en que mañana será aún más rico,
más perfecto y más amplio, como si gozase de un espontáneo e inagotable
crecimiento
Esto nos lleva a apuntar en el diagrama psicológico
del hombre-masa actual dos primeros rasgos: la libre expansión de sus deseos
vitales -por lo tanto, de su persona y la radical ingratitud hacia cuanto ha
hecho posible la facilidad de su existencia. Uno y otro rasgo componen la
conocida psicología del niño mimado
No les preocupa más que su bienestar, y, al mismo
tiempo, son insolidarias de las causas de ese bienestar
Masa es el modo de ser hombre, no tanto porque sea
multitudinario, cuanto porque es inerte.
Un hombre de selección, para sentirse perfecto,
necesita ser especialmente vanidoso
Por eso el vanidoso necesita de los demás, busca en
ellos la confirmación de la idea que quiere tener de sí mismo.
De suerte que ni aun en este caso morboso, ni aun
cegado por la vanidad, consigue el hombre noble sentirse de verdad completo.
En cambio, al hombre mediocre de nuestros días, al
nuevo Adán, no se le ocurre dudar de su propia plenitud
No hay cultura donde no hay principios de legalidad
civil a que apelar.
No hay cultura donde no hay acatamiento de ciertas
últimas posiciones intelectuales a que referirse en la disputa. No hay cultura
cuando no preside a las relaciones económicas un régimen de tráfico bajo el
cual ampararse. No hay cultura donde las polémicas estéticas no reconocen la
necesidad de justificar la obra de arte
El más y el menos de cultura se mide por la mayor o
menor precisión de las normas
Pero el hombre-masa se sentiría perdido si aceptase
la discusión, e instintivamente repudia la obligación de acatar esa instancia
suprema que se halla fuera de él.
La rebelión de las masas puede, en
efecto, ser tránsito a una nueva y sin par organización de la humanidad, pero
también puede ser una catástrofe en el destino humano
Es posible en la historia -lo mismo el progreso
triunfal e indefinido que la periódica regresión
Ciencia no existe si no interesa en su pureza y por
ella misma, y no puede interesar si las gentes no continúan entusiasmadas con
los principios generales de la cultura. Si se embota este fervor -como parece
ocurrir-, la técnica sólo puede pervivir un rato, el que le dure la inercia del
impulso cultural que la creó. Se vive con la técnica, pero no de la
técnica.
Esta no se nutre ni respira a sí misma, no
es causa sui, sino precipitado útil, práctico, de preocupaciones
superfluas, imprácticas
Pero las ciencias experimentales sí necesitan de la
masa, como ésta necesita de ellas, so pena de sucumbir, ya que en un planeta
sin fisicoquímica no puede sustentarse el número de hombres hoy existentes
El de las relaciones entre la civilización y lo que
quedó tras ella -la naturaleza-, entre lo racional y lo cósmico
El hombre-masa cree que la civilización en que ha
nacido y que usa es tan espontánea y primigenia como la naturaleza
Civilización avanzada es una y misma cosa con
problemas arduos. De aquí que cuanto mayor sea el progreso, más en peligro
está. La vida es cada vez mejor, pero, bien entendido, cada vez más complicada
El saber histórico es una técnica de primer orden
para conservar y continuar una civilización proyecta. No porque dé soluciones
positivas al nuevo cariz de los conflictos vitales -la vida es siempre
diferente de lo que fue-, sino porque evita cometer errores ingenuos de otros
tiempos
Quien aspire verdaderamente a crear una nueva
realidad social o política necesita preocuparse ante todo de que esos
humildísimos lugares comunes de la experiencia histórica queden invalidados por
la situación que él suscita
La forma más contradictoria de la vida humana que
puede aparecer en la vida humana es el señorito satisfecho... porvenir, hace
temer que ni conserve su altura, ni produzca otro nivel más elevado, sino, por
el contrario, que retroceda y recaiga en altitudes inferiores
Porque es un hombre que ha venido a la vida para
hacer lo que le dé la gana. En efecto, esta ilusión se hace «el hijo de
familia»
Pero el señorito es el que cree poder comportarse
fuera de casa como en casa, el que cree que nada es fatal, irremediable e
irrevocable... Por eso cree que puede hacer lo que le dé la gana. No es que no
se deba hacer lo que le dé a uno la gana; es que no se puede
hacer sino lo que cada cual tiene que hacer, tiene que
ser
Señorito satisfecho se caracteriza por «saber» que
ciertas cosas no pueden ser y, sin embargo, y por lo mismo, fingir con sus
actos y palabras la convicción contraria
El especialismo, pues, que ha hecho posible el
progreso de la ciencia experimental durante un siglo, se aproxima a una etapa
en que no podrá avanzar por sí mismo si no se encarga una generación mejor de
construirle un nuevo asador más provechoso
El descenso de vocaciones científicas que en estos
años se observa -y a que ya aludí- es un síntoma preocupado para todo el que
tenga una idea clara de lo que es civilización, la idea que suele faltar al
típico hombre de ciencia, cima de nuestra actual civilización. También él cree
que la civilización está ahí, simplemente, como la corteza
terrestre y la selva primigenia
En una buena ordenación de las cosas públicas, la
masa es lo que no actúa por sí misma. Tal es su misión. Ha venido al mundo para
ser dirigida, influida, representada, organizada -hasta para dejar de ser masa
o, por lo menos, aspirar a ello-. Pero no ha venido al mundo para hacer todo
eso por sí. Necesita referir su vida a la instancia superior, constituida por
las minorías excelentes
Única cosa que sustancialmente y con verdad puede
llamarse rebelión es la que consiste en no aceptar cada cual su destino, en
rebelarse contra sí mismo
Este es el mayor peligro que hoy amenaza a la
civilización: la estatificación de la vida
La masa se dice: El Estado soy yo, lo cual es un
perfecto error. El
Estado
es la masa sólo en el sentido en que puede decirse de dos hombres que son
idénticos... Pero el caso es que el hombre-masa cree, en efecto, que él es el
Estado, y tenderá cada vez más a hacerlo funcionar con cualquier pretexto, a
aplastar con él toda minoría creadora que lo perturbe; que lo perturbe en
cualquier orden: en política, en ideas, en industria.
La rebelión de las masas es una y misma cosa con el
crecimiento fabuloso que la vida humana ha experimentado en nuestro tiempo.
La sustancia o índole de una nueva época histórica
es resultante de variaciones internas del hombre y su espíritu- o
externas -formales y como mecánicas.
La pura verdad es que en el mundo pasa en todo
instante y, por lo tanto, ahora, infinidad de cosas
Creemos que la razón, el concepto, es un
instrumento doméstico del hombre, que éste necesita y usa para aclarar su
propia situación en medio de la infinita y archiproblemática realidad que es su
vida
hombre-masa, y he hecho notar que su principal
característica consiste en que, sintiéndose vulgar, proclama el derecho a la
vulgaridad y se niega a reconocer instancias superiores a él
También hay, relativamente, pueblos-masa resueltos
a rebelarse contra los grandes pueblos creadores, minoría de estirpes humanas,
que han organizado la historia
Si el hombre fuese un ser solitario que
accidentalmente se halla trabado en convivencia con otros, acaso permaneciese
intacto de tales repercusiones, originadas en los desplazamientos y crisis del
imperar, del Poder.
Pero como es social en su más elemental
textura, queda trastornado en su índole privada por mutaciones que en rigor
sólo afectan inmediatamente a la colectividad
No hay, pues, nada extraño en que bastara una
ligera duda, una simple vacilación sobre quién manda en el mundo, para que todo
el mundo -en su vida pública y en su vida privada- haya comenzado a
desmoralizarse
Librada a sí misma, cada vida se queda en sí misma,
vacía, sin tener qué hacer. Y como ha de llenarse con algo, se finge frívola
mente a sí misma, se dedica a falsas ocupaciones, que nada íntimo,
sincere, impone.
Hoy es una cosa; mañana, otra, opuesta a la
primera. Está perdida al encontrarse sola consigo. El egoísmo es laberíntico.
Se comprende
No se manda en seco. El mando consiste en una presión
que se ejerce sobre los demás. Pero no consiste sólo en esto. Si fuera esto
sólo, sería violencia.
El egoísmo aparente de los grandes pueblos y de los
grandes hombres es la dureza inevitable con que tiene que comportarse quien
tiene su vida puesta a una empresa.
Siendo uno el que manda, o hallándose alojado en un
mundo donde manda alguien a quien reconocemos pleno derecho para tal función; o
mando yo, u obedezco. Pero obedecer no es aguantar -aguantar es envilecerse-,
sino, al contrario, estimar al que manda y seguirlo, solidarizándose con él,
situándose con fervor bajo el ondeo de su bandera.
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